JUAN PABLO II

Vida y obra del Papa polaco a partir de sus testimonios

LAUREANO BENÍTEZ GRANDE-CABALLERO

JOSÉ ANTONIO BENÍTEZ GRANDE-CABALLERO

Ed. Liber Factory, 2014

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RESUMEN DE LA OBRA

 

            Índice

 

1.      Lolek. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .     5

2.      La Iglesia del silencio. . . . . . . . . . .   13

3.      «¡No tengáis miedo!». . . . . . . . . .      24

4.      El Papa misionero. . . . . . . . . . . . . .   36

5.      Portavoz los pobres. . . . . . . . . . . . .   53

6.      El buen pastor. . . . . . . . . . . . . . . . . .  63

7.      Anécdotas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .   81

8.      El camino de la Cruz. . . . . . . . . . . .  90

9.      «¡Santo subito!». . . . . . . . . . . . . . .  100

10.  Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . .   114

Esta obra sobre Juan Pablo II no es una biografía convencional, ya que su objetivo es reflexionar sobre su vida y su obra partiendo de sus hechos y sus palabras, enfocando su vida a la luz de sus propios testimonios, con el resultado final de que sus discursos y escritos constituyen la fuente principal a partir de la que se extraen los contenidos del libro.

Fue un hombre de acción, que desplegó una inmensa cantidad de energía para reconducir el mundo hacia Cristo, proclamando; fue un Papa mediático, que desarrolló gran parte de su ministerio bajo los focos de los medios de comunicación; fue un Papa misionero, un nuevo San Pablo que recorrió los caminos del mundo esparciendo las semillas del Evangelio; fue un Papa Peregrino, portavoz de los oprimidos, defensor implacable de los derechos humanos; fue un nuevo Moisés, que cargó sobre sus hombros la misión de conducir la Iglesia hacia el tercer milenio; fue un crucificado con Cristo, que se conformó con el divino modelo a través de una vida de sufrimiento que le llevó por el camino de la Cruz; y fue un creyente enamorado de Dios, un hombre oración que pasó muchos ratos postrado ante el Sagrario, en adoración silenciosa.

        «En la historia de la Iglesia, Juan Pablo II quedará como el Papa del Concilio Vaticano II, que participó en la confección de sus documentos, que orientó con estas claves todo su pontificado, y que resolvió la crisis posconciliar.

Además realizó una obra titánica de visita a la Iglesia universal y de renovación de la doctrina con sus iniciativas. Con especial gratitud quedará el recuerdo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, testimonio del futuro. Su sucesor dirá de él: “deja una Iglesia más valiente, más libre, más joven. Una Iglesia que, según su enseñanza y su ejemplo, mira con serenidad al pasado y no tiene miedo del futuro”.

Y lo hizo sin perder su talante de hombre sencillo, piadoso, tranquilo y alegre. Patente a la vista de todos, porque era un Papa que ha vivido siempre rodeado de público.

Además, el mundo le debe su contribución a la caída del muro de Berlín, que no era sólo una frontera-prisión para impedir escapar a media Europa del mayor y más fallido experimento político de la historia; sino también una frontera mental que atraviesa el siglo XX. Fue una inmensa alegría para Juan Pablo II que inició su pontificado al grito de “abrid las puertas a Cristo”. Y lo pagó con un intento de asesinato. Pero también luchó por abrir las fronteras de un capitalismo que sólo valora el dinero; o de un positivismo cientifista que no puede defender lo que es el amor, la justicia, la libertad y la persona».  (Juan Luis Lorda, Profesor de Teología, Universidad de Navarra)

  El Papa Juan Pablo II ha despertado la conciencia del mundo. Abogado de los pobres, de los oprimidos y de los desheredados, lucha con toda su autoridad moral contra la indiferencia y el despotismo, y en favor del respeto a la dignidad humana. Siempre seguro de sus certezas, proclama y practica la tolerancia que tiene su fuente y su raíz en la auténtica libertad del hombre, y no la tolerancia que parte de la base de que todo es relativo».

«Nosotros, que estuvimos cerca de él, pudimos aprovecharnos, y por este motivo damos gracias a Dios, pero también pudieron beneficiarse cuantos le conocieron desde lejos, pues el amor del Papa Wojtyla por Cristo se desbordó, por así decirlo, en toda región del mundo a causa de su fuerza e intensidad. ¿La estima, el respeto y el afecto que creyentes y no creyentes le expresaron en el momento de su muerte no son acaso un elocuente testimonio?

El intenso y fecundo ministerio pastoral, y aún más el calvario de la agonía y de la muerte serena de nuestro querido Papa dieron a conocer a los hombres de nuestro tiempo que Jesucristo era verdaderamente su “todo”.

La fecundidad de este testimonio, lo sabemos, depende de la Cruz, que en la vida de Karol Wojtyla no fue sólo un palabra.

Especialmente con el avance lento, pero implacable, de la enfermedad, que poco a poco le desnudó de todo, su existencia se hizo una oferta total a Cristo, anuncio viviente de su pasión, con la esperanza llena de fe de la resurrección.

Desde hace mucho tiempo se preparaba para ese último encuentro con Jesús y, como su divino Maestro, vivió la agonía en oración. Murió rezando. Verdaderamente se durmió en el Señor.

 El perfume de la fe, de la esperanza y de la caridad del Papa llenó su casa, llenó la Plaza de San Pedro, llenó la Iglesia y se propagó a todo el mundo». (Benedicto XVI)

 

Lo que sucedió después de su muerte fue, para quien cree, efecto de ese “perfume” que alcanzó a todos, cercanos y alejados, y les atrajo hacia un hombre que Dios conformó paulatinamente con su Cristo.

 El querido Juan Pablo II, desde la casa del Padre --estamos seguros-- , no deja de acompañar el camino de la Iglesia.


 

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