EL ARCA DE LA SABIDURÍA

(Antología de textos con valores para el crecimiento personal)

Laureano J. Benítez Grande-Caballero

Ediciones Vision Libros

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(Otras obras del autor en : http://www.laureanobenitez.com )

 

ÍNDICE DE LA PÁGINA

  • Índice del libro

  • Resumen de la obra: ejemplo de algunos textos con valores

Índice

  Introducción

  1.- La senda del guerrero: (El hacer: el trabajo).

  2.- La ruta del tesoro: (El tener: los bienes materiales).

  3.- En la calle mayor: (Las relaciones con los demás).

  4.- La vía del corazón: (El amor).

  5.- La travesía del desierto: (El sufrimiento).

  6.- Los caminos de la mente: (La mente positiva).

  7.- El sendero de la sabiduría: (El ser).

  8.- La vereda del templo: (Dios).

  9.- La escala del paraíso: (La felicidad).

10.- El curso de las estrellas.

 

  Resumen del libro

“El arca de la sabiduría” es una antología de textos de autoayuda y superación personal, que tiene como objetivo recoger, como en un “arca de Noé”, un rico patrimonio de textos sobre aquellos valores, conductas y principios que las tradiciones religiosas, filosóficas y psicológicas proclaman como necesarios para el desarrollo del ser humano. El conjunto de estos textos pertenece, pues, a lo que se viene llamando “tradición perenne”, y delimitan claramente el camino que es preciso seguir para la consecución de nuestra felicidad.

La idea de “arca” no se refiere sólo al planteamiento de la obra como una antología, sino que también apunta a un horizonte “ecológico”: el libro pretende conservar para la posteridad y transmitir como herencia a las generaciones futuras un rico patrimonio espiritual de la humanidad que corre riesgo de perderse en estos tiempos materialistas que vivimos, en esta sociedad volcada en lo inmediato y la gratificación del hedonismo consumista.

La ideología materialista que impregna las sociedades desarrolladas ha dado como resultado una «filosofía de la vida», una visión del mundo y una ética portadoras de un sistema de valores que, en su conjunto, es negativo para el desarrollo personal: la competitividad, el egoísmo, la insolidaridad, el consumismo, el materialismo, la evasión constante de nosotros mismos que nos aliena, etc., se traducen a nivel personal en estrés, pérdida del sentido de la vida, «vacío» existencial, automatismo que ahoga la necesidad de trascendencia..., infelicidad, en una palabra.

Todas las grandes tradiciones religioso-filosófico-espirituales son unánimes a la hora de descalificar tal sistema de valores, y también a la hora de proponer un código ético, unas normas de conducta, unos principios, criterios y valores que deben regir la vida humana para que esta nos lleve a nuestra autorrealización como personas: el compromiso solidario, la generosidad, el vínculo fraternal y humanitario, el desapego de los bienes materiales, la introspección meditativa, la apertura a la trascendencia, el amor, la humildad, la paciencia, el sacrificio... Valores que están en los antípodas de la «ética materialista» dominante en la actualidad.

Hasta hace bien poco, estos valores positivos conformaban una tradición que constituía una parte importante del sustrato ideológico de nuestra cultura. Pero, en aras de una mal entendida modernidad, ese patrimonio ha sido sacrificado en gran parte, por juzgarle anticuado e ineficaz para una sociedad que, transformada profundamente por el desarrollo tecnológico, ha revolucionado completamente nuestras vidas. Ese desmoronamiento de nuestro mundo «tradicional» ha producido lo que se viene llamando «el fin de las ideologías», que consiste, a grandes rasgos, en la carencia de valores universales y absolutos a la hora de orientar nuestra existencia, en la idea de que «todo vale», frase que encubre la creencia de que todo el mundo tiene derecho a construir aquel sistema de valores que mejor convenga a sus intereses personales.

Este vacío ideológico está en la misma causa de todas las lacras que presenta la sociedad actual, muchas de las cuales no son sino un intento desesperado de rebelarse contra la aliena­ción, la angustia, el vacío, la atrofia espiritual, el automatismo rutinario, la pérdida de identidad y del sentido de la trascendencia.

  Para ilustrar este proceso de degradación de una sociedad que pierde sus valores de referencia, Chesterton creó una famosa alegoría cuyo mensaje es meridianamente claro y rabiosamente actual:

Unos niños que habitan en una isla pasan su tiempo cantando, danzando y riendo alegremente. La isla está rodeada de precipicios, pero ellos no los ven porque la isla está circundada en toda su extensión por unos altos muros. Éstos, lejos de ser una limitación a su libertad, les dan la seguridad y la protección que necesitan para no ver los peligros que les rodean. Esa seguridad es la que hace posible su alegría y su felicidad.

Pero un día alguien pensó que esos muros impedían ser libres a los niños, así que una noche los eliminó, pensando que con eso les hacía un favor.

Sin embargo, a la mañana siguiente los niños no cantaban, ni bailaban, ni reían: mudos de horror, permanecían abrazados unos con otros en la parte más alta de la isla, sin atreverse a moverse por miedo a caer por los precipicios.

Basta interpretar que los muros de la alegoría son una metáfora de los valores tradicionales, para comprender que la pérdida de éstos no nos ha hecho más felices, sino que nos ha expuesto a una cruda intemperie donde a duras penas es posible hallar un sentido a una existencia que, sin esos valores, aparece espantosamente vacía, presidida por una falsa felicidad donde fingimos risas, cantos y danzas. Llegamos así a la aparente paradoja de que nuestra civilización, con los mejores medios materiales que ha tenido nunca el ser humano, ha sido incapaz de crear individuos felices, estando la vida actual inoculada por el virus del absurdo, de esa «náusea» de que hablaban los existencialistas.

  Pero si hacemos un esfuerzo por encontrar el «camino medio» (como decía Buda), se nos aparece claro que el «sendero» está ahí, que siempre ha estado ahí, avalado por milenios de filosofía, religión, espiritualidad e historia. Su validez se muestra claramente cuando comprobamos que todas las grandes tradiciones de pensamiento coinciden fundamentalmente a la hora de afirmar qué es la felicidad humana y los medios que tenemos para conseguirla. Esto es así hasta el punto de que las modernas corrientes de pensamiento occidentales, incluso las escuelas psicológicas más modernas (bionergética, Gestalt, psicología transpersonal, etc.), concuerdan con la «filosofía perenne» expresada en los grandes sistemas tradicionales.

El objetivo de este libro es, justamente, el de exponer en sus líneas generales todo un rico patrimonio espiritual, filosófico y cultural sintetizando las aportaciones de la «tradición perenne» y las pertenecientes a corrientes de pensamiento más «modernas», con la esperanza de que, del contraste entre lo viejo y lo nuevo, entre lo «clásico» y lo moderno», se llegue a una visión de la unidad esencial de los modelos que proponen las distintas tradiciones, para que esta visión, desenmascarando las graves carencias de nuestra cultura desarrollista, nos ofrezca una alternativa válida de desarrollo y crecimiento personal, nos ayude a clarificar valores, y nos aporte materiales eficaces para encontrar nuestro «sendero» hacia la felicidad, contrastando esta «cultura de la felicidad» con los valores actuales.

La presente obra consiste en la exposición de una antología de textos pertenecientes a sistemas filosófico-religiosos (taoísmo, budismo, yoga, cristianismo, sufismo, judaísmo), a personajes históricos y autores literarios (Gandhi, Tagore, Khalil Gibran, Richard Bach, Alan Watts, Paulo Coelho, Anthony de Mello, Walt Whitman, etc.), y a maestros espirituales (Buda, Jesucristo, Krishnamurti, Ramakrishna, Teresa de Calcuta, Rumi, etc). En estos textos se transparenta la sabiduría que dejaron a la posteridad esos hombres que la historia —para los antiguos— y el sentir popular —para los modernos— han considerado «sabios».

En cuanto a su estructura, la obra aparece dividida en 10 capítulos. En cada capítulo se recogen textos sobre un tema determinado, los cuales son de tres clases:

·        Textos en forma de poemas: pertenecen a tradiciones espirituales, y a autores más o menos “clásicos” del pasado y del presente que se han ocupado en sus obras del desarrollo del ser humano.

·        Cuentos breves, muchos de ellos con un claro sentido humorístico, en los que se puede advertir un evidente sentido didáctico además de su función de entretener. Además de cuentos pertenecientes a la “tradición perenne", se recogen también cuentos más modernos, verdaderas anécdotas recogidas aquí por su sentido ejemplarizante y aleccionador.

·       Sentencias: es un conjunto de citas breves donde se recogen pensamientos de personajes muy variados pertenecientes a todas las épocas, caracterizadas por su brevedad, y por expresar su mensaje de un modo muy directo.

Los capítulos llevan los siguientes títulos y contenidos:

  • La senda del guerrero: sobre la vida activa, el trabajo, la confianza y la perseverancia, y todas aquellas virtudes necesarias para actuar correctamente en el mundo.

  • La ruta del tesoro: sobre el valor de los bienes materiales, y la necesidad de desapegarse de ellos, liberándonos de la codicia.

  • En la calle mayor: sobre las virtudes que hemos de practicar en nuestras relaciones con los demás.

  • La vía del corazón: sobre el amor, entendido especialmente como compromiso solidario con los demás.

  • Travesía por las sombras: sobre las actitudes correctas para entender el significado del sufrimiento en la vida humana.

  • Los caminos de la mente: sobre la necesidad de cultivar una actitud mental positiva que nos ayude a ser más felices.

  • El sendero de la sabiduría: sobre las virtudes que es necesario cultivar para despegarse de los valores mundanos, en una especie de "vía purgativa": sencillez, humildad, generosidad, atención, interioridad, etc.

  • La vereda del templo: sobre la búsqueda de Dios.

  • La escala del paraíso: sobre la clave de la felicidad humana, que consiste en estar completamente presentes en el aquí y en el ahora, disfrutando de las pequeñas cosas que la vida nos ofrece.

  • El curso de las estrellas: este capítulo final es una recapitulación y resumen de la obra, y apunta al horizonte escatológico de la existencia humana.

Transcribimos a continuación, para finalizar, un ejemplo de cada uno de los diferentes tipos de textos recogidos en la obra: un poema, un cuento, y algunas sentencias.

 

Poema: Todo es posible

 

        Si alguna vez ha habido un tiempo y un lugar

        para el atrevimiento,

       para marcar la diferencia,

       para embarcarse en algo que vale la pena,

       ese momento es ahora.

       No necesariamente por una gran causa,

      sino por algo que tira de ti

     que tiene que ver con tus aspiraciones y con tus sueños.

 

Porque te lo debes a ti mismo.

Porque vale la pena.

Diviértete. Ahonda en ti mismo.

Y encuéntralo.

Sueña. Sueña a tope.

 

Y no olvides que aunque valga la pena

las cosas no suelen ser fáciles.

Hay días buenos,

y también los hay malos,

momentos en los que te gustaría

darte la vuelta y empaquetarlo todo...

Y otra vez será.

 

Pero no te engañes:

esos momentos te están diciendo

que te esfuerces y que lo intentes,

porque no te asusta aprender intentándolo.

Persiste: porque con una idea, determinación

y las herramientas apropiadas

puedes hacer grandes cosas.

Deja que tu conciencia, tu inteligencia

y tu corazón te guíen.

 

Y confía.          

Confía en el increíble poder de la mente humana

para hacer cosas excepcionales,

para trabajar duro,

para reír y soñar.

Todo es posible...

Si te empeñas en dar lo mejor de ti mismo.

 

Cuento: El sentido del trabajo

 

Un día quise ver a mis tres amigos, que trabajaban en una obra de construcción, cerca de mi casa. Hacía mucho tiempo que no los veía, así que no sabía qué era de sus vidas. Casi a la entrada, en una postura de comodidad, me encuentro al primero.

«¡Hombre, qué alegría verte!», le dije, mientras le daba un fuerte abrazo. «¿Cómo te van las cosas?»

«Aquí ando, trabajando y sudando como un negro, ya me ves. Como un idiota, esperando largarme cuanto antes».

Doy tan sólo unos pasos y allí, en un andamio, a escasos metros del suelo, encuentro al otro viejo amigo.

«¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo te va?»

«Pues hombre, ya ves. Las vueltas que da la vida. Hay que hacer algo, ¿no? Hay que ganarse el pan y mirar por los hijos. Es ley de vida», me dijo.

Levanto la vista y allá arriba, en una postura de difícil equilibrio, veo a mi otro amigo. Sintió una enorme alegría al verme y, con una gran sonrisa y una voz potente, me preguntó cómo me iba, cuándo nos veríamos más detenidamente. Y para terminar, me dijo:«Aquí estoy haciendo un escuela bonita, bonita, bonita... ya verás qué escuela».

 

Sentencias

Ø      Nadie sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta. (PUBLIO SIRO)

Ø      Aunque supiera que el mundo se iba a acabar mañana, yo igual plantaría hoy mi manzano. (MARTIN LUTHER KING)

Ø      Intentar algo y fracasar es, por lo menos, aprender. Pero no hacer el intento es sufrir la inestimable pérdida de lo que pudo haber sido. (CHESTER BARNARD)

Ø      Para el hombre corriente, el mundo es extraño porque, cuando no está cansado de vivir, está sufriendo por cosas que cree no merecer. Para un guerrero, el mundo es extraño porque es estupendo, pavoroso, misterioso, insondable. (CARLOS CASTANEDA)

Ø      Luchar por obtener algo inalcanzable proporciona el ejercicio para lograr algo que se necesita, como cuando un hombre reúne todas sus fuerzas para saltar un arroyo como si fuera mucho más ancho de lo que es: siempre consigue llegar al otro lado. (CHAMID QALINDOZ)

Ø       Un barco zarpa hacia el este, y otro para el oeste, soplando el mismo viento para los dos: es la colocación de la vela, y no la tormenta, lo que determina el camino que ellos llevan.

Ø       Como los vientos del mar son los caminos del destino, que nos impelen durante toda la vida: es el acto del alma lo que determina la meta, y no la calma o la tempestad. (MAX HEINDEL)

Ø      Hay perlas en la profundidad del mar, pero si quieres tenerlas debes dejar la comodidad de la orilla y afrontar todos los peligros. Si después de zambullirte una sola vez en el agua no las encuentras, no llegues a la conclusión de que no hay perlas en el mar. Sumérgete una y otra vez, y ten la seguridad de que al final tendrás tu recompensa. (RAMAKRISHNA)

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