A woman between saints, © by*nbknew

  ORAR CON

LA PALABRA DE

LOS  SANTOS

 

Laureano J. Benítez Grande-Caballero

(Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao)

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                                                ÍNDICE DE LA PÁGINA

 

Índice de la obra

Resumen

Introducción

 

Índice

 

 

Prólogo

 

1.-   La herida luminosa: el amor a Dios.

 

2.-   Jesús lo es todo.

 

3.-   El manantial de la misericordia: la Eucaristía.

 

4.-   La Reina de los santos: María.

 

5.-   La zarza ardiendo: la oración.

 

6.-   Un cáliz en la noche: el sufrimiento.

 

7.-   El árbol del paraíso: la Cruz.

 

8.-   El camino de la perfección: el abandono.

 

9.-   Sirviendo a Cristo: la caridad.

 

10.- El verdadero discípulo: imitación de Cristo.

 

11.- La puerta del cielo: la humildad.

 

12.- La aventura de la santidad.

 

Índice temático

 

 

Resumen de la obra

 

 

El libro Orar con la palabra de los santos  es una antología de citas que recogen el pensamiento de un conjunto significativo de santos sobre la temática esencial de la vida cristiana: el amor a Dios y a Jesús, la devoción a María, la vida de oración, la caridad, las virtudes, el sentido de la Cruz y del sufrimiento, la Eucaristía, etc. Recogemos sus testimonios directos, por lo cual en la obra no hay ni explicaciones ni comentarios, pues su intención es dejar hablar a los mismos santos, permitiendo que cada uno reflexiones libremente sobre sus palabras. El objetivo que persigue el libro es , partiendo de estas reflexiones sobre la palabra de los santos, animar la vida de oración, potenciando la vida interior y favoreciendo el encuentro personal con Cristo, de la mano de aquellos cristianos a los que llamamos santos, los cuales, por su especial cercanía a Dios, han sido siempre considerados como intermediarios e intercesores ante Él de las necesidades de los creyentes.

Las citas se han recogido preferentemente de aquellos santos que la tradición ha considerado siempre como más "señeros", por su especial aportación a la historia de la Iglesia (santa Teresa de Jesús, santa Margarita María de Alacoque, san Francisco de Sales, san Francisco de Asís, santa Catalina de Siena, san Agustín, etc.); esta importancia hace que estos santos, a pesar del tiempo transcurrido, gocen todavía de una actualidad que hace necesario que sean mejor conocidos; por otra parte, dedicamos una atención preferente a los santos más "actuales", en el sentido de ser más contemporáneos a nosotros, lo cual hace que sus mensajes estén más adaptados a la mentalidad moderna (Madre Teresa de Calcuta, Padre Pío de Pietrelcina, Gema Galgani, Edith Stein, Maximiliano Kolbe, José María Escrivá de Balaguer, Madre Maravillas de Jesús, Faustina Kowalska, Teresa de Lisieux, etc...)

Las citas que recogemos son de dos clases: el grueso de la obra está formado por citas de una cierta amplitud, que recogen pensamientos más amp0lios y desarrollados sobre temas específicos. Un ejemplo lo tenemos en la cita siguiente, perteneciente al capítulo sobre el sufrimiento:

 

  El sufrimiento como prueba (PADRE PÍO)

Te ruego que también tú te confortes con este pensamiento: que tus penas espirituales y físicas son pruebas de la voluntad divina. Todas las almas amantes de Jesús deben procurar hacerse cada vez más conformes a este divino y eterno modelo. Ahora bien, Jesús llegó hasta el abandono del espíritu, y quiso experimentar en su humildad esta pena incomprensible de verse abandonado hasta de su Padre celestial.

Por consiguiente, quien haya escogido la mejor parte del divino servicio debe pasar por todos los dolores de Cristo, algunos más, otros menos. ¡Bienaventurados aquellas almas que lleguen a ser más conformes al divino prototipo, habiendo participado más en sus santos dolores! Por tanto, debes más bien humillarte delante de Dios más que desanimarte. Si Él te reserva el sufrimiento de su Hijo y quiere que experimentes tu debilidad, debes dirigirle la plegaria de la resignación y de la esperanza, y agradecerle tantos beneficios con que te va enriqueciendo.

Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡coraje! ¡Y adelante siempre! Cuanto mayores son las penas, es tanto mayor el amor que Dios os tiene; conocéis el amor de Dios por este signo: por las penas que os manda. El destino de las almas elegidas es el sufrimiento, condición que Dios, autor de todo y de todos los dones que conducen a la salvación, ha fijado para darnos la gloria.

Las almas más afligidas son las predilectas del divino Corazón. No creáis que vuestros sufrimientos son afligidos en reparación de culpas cometidas: el señor sólo os aflige para adornar la diadema de las perlas concedidas.

 

Aparte estas citas, recogemos también al final de cada capítulo una pequeña antología de frases cortas, que expresan con brevedad y concisión un mensaje directo y claro, a manera de refranes y jaculatorias, que pueden ser fácilmente memorizadas para ser una magnífica apoyatura en nuestra oración. Exponemos una muestra de frases recogidas en el capítulo sobre la oración:

 

5.28      Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración. (Padre Pío)   

5.29      La oración da un corazón transparente. Y un corazón transparente puede ver a Dios. (Madre Teresa de Calcuta)

5.30      En la vida oculta y silenciosa se realiza la obra de la redención. En el diálogo silencioso del corazón con Dios se preparan las piedras vivas con las que va creciendo el Reino de Dios y se forjan los instrumentos selectos que promueven su construcción. (Edith Stein)   

5.31      No hay cosa que purifique más el entendimiento de ignorancias y la voluntad de afectos desordenados que la oración. (san Francisco de Sales)   

5.32      La oración es la mejor arma que tenemos: es la llave que abre el corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no sólo con tus labios, sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle sólo con el corazón. (Padre Pío)

5.33      La oración y el sacrificio constituyen toda mi fuerza y son las armas invencibles que Jesús me ha dado. Ellas pueden, mucho mejor que las palabras, mover los corazones. (santa Teresa de Lisieux)

5.34      Todos los santos comenzaron su conversión por la oración y por ella perseveraron; y todos los condenados se perdieron por su negligencia en la oración. Digo, pues, que la oración nos es absolutamente necesaria para perseverar. (Cura de Ars)        

5.35      Cuando hablamos a Jesús con simplicidad y con todo nuestro corazón, Él hace lo que una madre, que toma en sus manos la cabeza de su hijito y la cubre de besos y de caricias. (Cura de Ars)

5.36      La aplicación a la presencia de Dios por simple atención consiste en estar delante de Dios por medio de una simple mirada interior de fe de su divina presencia y en permanecer así algún tiempo, ya sea medio cuarto de hora, ya sea un cuarto, más o menos, según se sintiere uno ocupado y atraído interiormente. (san Juan Bautista de La Salle)

Orar con la palabra de los santos es la segunda parte de una trilogía de libros que hemos preparado sobre la vida de los santos. La primera parte, titulada Orar con la vida de los santos (Desclée de Brouwer, 2006)  recogía anécdotas y hechos de la vida cotidiana de los santos; próximamente saldrá a la luz la tercera parte, titulada Los santos prodigiosos, donde se estudian los milagros y fenómenos "paranormales" que realizaron muchos santos, investigándolos a la luz de la teología mística y la parapsicología. Esta trilogía tiene como fin contribuir a la divulgación del importantísimo patrimonio espiritual que los santos han legado a la vida de la Iglesia, y que corre el peligro de no ser suficientemente conocido en estos tiempos laicos que vivimos. Favorecer que esta maravillosa herencia de espiritualidad sea conocida por las generaciones venideras ha sido la meta que ha inspirado nuestro trabajo.

 

Introducción

 

 

«Porque yo soy Yahveh, vuestro Dios; santificaos y sed santos, pues Yo soy santo». (Levítico 11:44)

«Hermanos: Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor» (Hb. 12,14).

Todos fuimos creados por Dios para ser santos. La Voluntad de Dios es nuestra santificación  ¾(1 Tesalonicenses 4:3)¾, la cual es el sentido profundo y la misión última de la vida humana, ya que el ser humano llega a su plenitud y realización en la perfección que se expresa en la santidad.

 El camino de la santidad es un camino de perfección que nos fue enseñado por Jesucristo. En este sentido, la medida de nuestra santidad la marca el grado de nuestra entrega en el seguimiento de Jesús. Cristo es la clave para la santificación de nuestras vidas, hasta el punto de que todo lo que hagamos en Cristo, se santifica.

«Y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre». (Colosenses 3:17)

Pero, aunque Cristo sea el verdadero modelo de santidad, este modelo también es visible en la vida de los santos, que son personas destacadas por sus virtudes, con las cuales expresan en su vida un compromiso cristiano y una entrega radical a Dios, que les hace ser considerados como modelos capaces de mostrar a los creyentes un camino ejemplar de perfección.

El santo es otro Cristo en su Cuerpo Místico. Es por eso que la santidad requiere ser Iglesia. La Comunión de los Santos es la tierra fértil necesaria para que crezca la semilla de la santidad.

«El que Cristo sea el único mediador no significa que haya terminado el papel de los hombres en la historia de la salvación. La mediación de Jesús reviste aquí abajo signos sensibles: son los hombres, a los que Jesús confía una función para con su Iglesia; incluso en la vida eterna asocia Jesucristo, en cierta manera, a su mediación los miembros de su cuerpo que han entrado en la gloria». (Leon-Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica)

«Los santos son modelos. Debemos imitar la virtud heroica de los santos. Ellos nos enseñan a interpretar el Evangelio evitando así acomodarlo a nuestra mediocridad y a las desviaciones de la  cultura. Por ejemplo, al ver como los santos aman la Eucaristía, a la Virgen y a los pobres, podemos entender hasta donde puede llegar el amor en un corazón que se abre a la gracia. Al venerar a los santos damos gloria a Dios, de quien proceden todas las gracias». (P. Jordi Rivero, www.corazones.org)

La Iglesia ¾de quien Juan Pablo II decía que es “casa de santidad”¾ considera que toda la humanidad está llamada a ser santa y a seguir a los santos, cuya vida puede resumirse en un sólo concepto: el amor a Dios.

Ser santo es vivir de acuerdo al Plan de Dios. Este Plan se expresa en su plenitud en el primer mandamiento, que nos pide amar al Señor con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con toda nuestra alma y con toda nuestra fortaleza (Deuteronomio 6:5-6). Este amor total a Dios es la piedra de toque de la santidad, y los santos lo vivieron de una manera especial, concretado en su abandono completo a Dios.

Además de ser modelos de vida que es preciso imitar, los santos son los intercesores o los protectores, y son objeto de culto (dulia) por entenderse que, después de muertos, disfrutan de la compañía de la divinidad. Los santos en sentido estricto son aquellos que alcanzan la beatitud eterna, contemplan a Dios en el Cielo e interceden por los seres humanos en la Tierra, ayudándonos con su ejemplo e intercesión a reunirnos con ellos.

Los santos forman la llamada Iglesia triunfante e interceden ante Dios por la humanidad, por los vivos en la Tierra y por los difuntos en el Purgatorio: es la llamada Comunión de los Santos, que enseña que la muerte no rompe los lazos que unen a los cristianos en Cristo.

La vida de los santos puede y debe convertirse en un motivo de reflexión y oración para nuestra vida de cristianos. En tiempos anteriores ¾especialmente en la Edad Media¾, las obras que trataban sobre la vida de los santos ¾en especial la famosa Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine¾ eran auténticos bestsellers, que satisfacían con sus historias y leyendas las necesidades de devoción y entretenimiento de un público numeroso. Además, una importante parte de las prácticas devocionales tenía como destinatarios a los santos, buscando conseguir su protección y su intercesión.

Los tiempos han cambiado, pero esa corriente devocional, a pesar de haber disminuido, continúa presente y viva en la Iglesia, pues los hechos que protagonizaron y las palabras que dijeron y escribieron los santos tienen para los creyentes una especial significación, ya que pertenecen a personas que gozan de la presencia de Dios, y esa intimidad con Él da una autoridad y credibilidad especial a sus dichos y hechos. A ellos también se les pueden aplicar aquellas palabras del evangelio:

«Maestro, sabemos que has sido enviado por Dios, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces». (Jn, 3:2)

En una obra que publicamos hace poco, titulada Orar con la vida de los santos, expusimos una antología de hechos protagonizados por santos, de ejemplos donde se podía ver la manera en que se desenvolvían en su vida cotidiana, siempre con la perspectiva de su radical entrega a Dios. En esta obra que ahora presentamos hemos recogido sus palabras, aquellas enseñanzas que predicaron para comunicar sus ideas, sus experiencias, las vivencias con que asumieron su compromiso cristiano, para que estos testimonios sean motivo de reflexión y oración.

Viene a ser, pues, una segunda parte de la anterior, que completa este proyecto de divulgación sobre la vida de los santos que nos propusimos como intención, para que, en estos tiempos difíciles que vivimos, este rico patrimonio de fe se conserve y transmita a la posteridad como una herencia fundamental de la espiritualidad humana, y permanezca vivo en la Iglesia como uno de sus tesoros más importantes.

Acabamos esta breve introducción con una cita de Benedicto XVI donde se expone claramente la relevancia de esas personas a las que la tradición ha catalogado como santos:

«El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo .

 Los santos «han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo» (Hechos de los Apóstoles,15, 26).

El luminoso ejemplo de los santos despierta en nosotros el gran deseo de ser como ellos, felices de vivir junto a Dios, en su Luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Ser santo significa vivir en la cercanía de Dios, vivir en su familia, y esta es la vocación de todos nosotros.

Pero, ¿cómo podemos convertirnos en santos? A esta pregunta se puede responder, ante todo, con un enunciado negativo: para ser santos no es necesario realizar acciones y obras extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales. Luego viene la respuesta positiva: es necesario ante todo escuchar a Jesús y después seguirle, sin desalentarse ante las dificultades.

El ejemplo de los santos es para nosotros un aliento a seguir los mismos pasos y a experimentar la alegría de quien se fía de Dios, pues la única causa de tristeza y de infelicidad para el hombre se debe al hecho de vivir lejos de Él.

El camino que conduce a la santidad es presentado por el camino de las Bienaventuranzas. En la medida en que acogemos la propuesta de Cristo y le seguimos ¾cada uno en sus circunstancias¾, también nosotros podemos participar en la bienaventuranza. Con Él lo imposible se hace posible».

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