Guía pedagógica de 

EL ARCA DE LA SABIDURÍA  

  (Antología de textos con valores para el crecimiento personal)

        Laureano J. Benítez Grande-Caballero 

   Grafite Ediciones, 2006       

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                                (Otras obras del autor en : http://www.laureanobenitez.com)

  Aprender con los cuentos

 

Al rabí Hiyyá bar Abba y al rabí Abbahu se les tenia por dos de los más grandes eruditos rabínicos de su tiempo y, casualmente, ambos aparecieron el mismo día en un pueblo para pronunciar sus respectivos sermones, atrayendo cada uno de ellos una considerable audiencia.

El Rabí Hiyyá estaba tratando de serios asuntos de índole legal, mientras que las enseñanzas del rabí Abbahu se componían principalmente de cuentos y parábolas. Así, no pasó mucho tiempo hasta que toda la gente que se había congregado para escuchar al rabí Hiyyá se pasara con la multitud reunida para escuchar los maravillosos cuentos del rabí Abbahu.

Comprensiblemente, Hiyyá se quedó un tanto decepcionado cuando vio que se había quedado con nada más que unos cuantos oyentes. Más tarde, aquel mismo día, le dijo  Abbahu:

    —Te voy a contar un cuento. En cierta ocasión, dos mercaderes llegaron a un pueblo para vender sus mercancías. Uno de ellos vendía piedras preciosas y el otro vendía bisutería barata. Al principio, la gente del pueblo se reunió alrededor del comerciante que traía  las mercancías más caras. Como es natural, tenían curiosidad por ver de cerca las finas  gemas. Pero, cuando llegó el momento de comprar y no sólo de mirar, acudieron en masa al mercader de la bisutería, y fue con él con quien se gastaron su dinero.  

 

“Érase una vez”...  “Había una vez”... “Hace mucho, mucho tiempo, en un lugar no muy lejano”... Pocas frases tienen tan elevado poder de sugestión sobre el ser humano como éstas, con las que suelen comenzar esos breves relatos que llamamos cuentos. No importa la edad, ni la condición social, ni el tiempo, ni la cultura... Al escuchar o leer las palabras casi mágicas de “Érase una vez”... todos nos sentimos subyugados ¾especialmente los niños y jóvenes¾ por la apertura de un mundo mágico, fantástico, legendario y misterioso, que cautiva nuestra atención y nuestra imaginación, que nos arranca de la monotonía cotidiana y nos abre las puertas de un mundo donde todo es posible.

Los cuentos siempre se han utilizado como un recurso metodológico importante para el aprendizaje de valores y creencias, no sólo por las instancias educativas, sino incluso por las tradiciones espirituales, donde los maestros suelen “hablar en parábolas”. Hoy en día, los relatos se utilizan cada vez más como una importante manera de practicar la autoayuda, que consiste en una autoterapia con la que buscamos el desarrollo personal por nosotros mismos, de manera autónoma, por lo cual debe utilizar técnicas sencillas y eficaces, que no requieran conocimientos complicados, más propios de los profesionales de la terapia. Por esta razón, los cuentos son una excelente herramienta para todo aquel que quiera comprometerse con su crecimiento personal. Esta virtud de la sencillez que poseen los cuentos los hacen sumamente atractivos, como todos los educadores sabemos, para trabajar los valores en el aula, pues pueden ser comprendidos hasta por el más ignorante de los hombres, con lo cual la verdad se hace accesible a todos los públicos, algo imposible si se transmitiese por canales más elaborados, que sólo entenderían unos pocos.

Su fuerza sugestiva se ve reforzada, por otra parte, por su carácter lúdico y festivo, ya que es más fácil aceptar la verdad cuando ésta se expone en forma de historia cautivadora y entretenida, pues el placer que ocasiona su lectura o su audición derriba nuestras barreras, nuestras resistencias y nuestros condicionamientos.

La lectura de  relatos ¾incluyendo también aquí otro tipo de textos como poemas y sentencias¾ puede hacerse en varios ámbitos de comprensión, en diversos niveles de interpretación, y todos ellos ofrecen gran número de posibilidades educativas.

 

1.- Nivel imaginativo:

 

En primer lugar, los cuentos tienen una cualidad “empática”, pues, por muy lejano que sea el escenario de la historia, por muy fantástica que sea, por muy perdida que esté en los recovecos del tiempo, al entrar en un cuento siempre nos parece que la historia es posible, que nos puede suceder a nosotros aquí, ahora mismo, a la vuelta de la esquina; que, de algún modo, somos nosotros los protagonistas del relato; que éste sucede cerca, muy cerca en el espacio y en el tiempo. De ahí que los cuentos siempre parezcan actuales, que siempre satisfagan nuestra curiosidad, nuestra necesidad de fantasía, nuestra búsqueda de algo distinto y maravilloso.

Esta dimensión “mágica” de satisfacer y estimular nuestra imaginación y nuestra fantasía —cualidades de las que andamos necesitados en un mundo cada vez más materialista y tecnificado— constituye el primer nivel de lectura de los cuentos. Pero esta dimensión no agota, ni mucho menos, sus potencialidades, pues la característica esencial de los cuentos es la multiplicidad de niveles a los que pueden entenderse, hasta el punto de que su propiedad más exclusiva es su enorme capacidad para adaptarse perfectamente a los distintos niveles de desarrollo y a los diversos puntos de vista de los lectores, de tal modo que cada uno interpretará las historias de acuerdo con su capacidad de entender sus necesidades e intereses.

 

2.- Nivel lúdico:

 

Los cuentos —al igual que todo relato— nos proporcionan personajes, situaciones e intrigas argumentales que satisfacen nuestra necesidad de evasión. Uno de los objetivos de todo cuento es —por encima incluso de su intencionalidad de transmitir unos mensajes—, entretener, divertir, por lo cual suelen usar el humor como recurso pedagógico: enseñan, sí, pero deleitando, para que la enseñanza sea más fácilmente digerida, para que entre “sin chirriar”, para que la comicidad de las situaciones que narran haga caer nuestras barreras mentales sin esfuerzo. De ahí que una parte importante de los cuentos deriven naturalmente hacia el chiste, o que muchos de éstos se transformen fácilmente en relatos moralizantes.

 

3.- Nivel cultural:

 

La mayoría de los cuentos son de origen anónimo, y se transmitieron en sus comienzos de forma oral, para acabar siendo recogidos en colecciones que traspasan las fronteras y los credos, que perviven en el tiempo y en culturas distintas, que se enraízan en el patrimonio cultural de diversos pueblos y civilizaciones, hasta que acaban transformándose en cuentos tradicionales. Aquí tenemos, pues, la dimensión literaria y cultural de los relatos, pues nos ponen en contacto con un patrimonio cultural colectivo que muchas veces, más que local o nacional, es verdaderamente universal.

 

4.- Nivel ético:

 

Este nivel nos remite a la intención que tienen casi todos los cuentos de transmitir una enseñanza moral, de proponer unas conductas éticas. La intriga argumental consiste, desde este punto de vista, en la escenificación de unos valores morales determinados, que se ejemplifican e ilustran con personajes y situaciones que adquieren verdadero carácter de alegoría, de parábola en la cual se muestran las desafortunadas consecuencias de una conducta equivocada, o la recompensa que sigue a una acción correcta.

La trama argumental contiene un mensaje ético, la llamada “moraleja”, que hay que deducir intuitivamente al terminar el relato. Este intencionalidad moralizante está en el origen de la mayoría de los cuentos populares que han llegado hasta nosotros, usados precisamente para transmitir valores morales “perennes” a todo tipo de públicos, pues la verdad ética penetra en nuestras conciencias más fácilmente si va ejemplificada e ilustrada con historias sencillas y atractivas que satisfagan nuestra necesidad de fantasía, de imaginación y de diversión, utilizando un lenguaje simbólico que apunta a nuestro nivel intuitivo, que si se presenta de manera teórica, con el lenguaje discursivo propio de la abstracción.

 

5.- Nivel simbólico

Por último, traspasado el umbral de la ética, accedemos a la última dimensión desde la que es posible interpretar un cuento: la “simbólica”. También podríamos calificarla como “espiritual”.

De todos es sabido que las tradiciones espirituales han usado siempre el cuento para transmitir sus enseñanzas, con una intención muy precisa: trascender la mente lógica y reflexiva, el pensamiento lineal y discursivo que divide, analiza y clasifica. En esto consiste la esencia del proceso de “despertar” que nos lleva a la iluminación, el cual sólo es posible a través de la intuición, usando esa mirada global que capta la esencia intuitivamente.

Precisamente a la intuición apuntan la mayoría de los cuentos, los cuales, o se captan intuitivamente, o se pierde su mensaje, no siendo posible comprenderlos pensando, reflexionando, diseccionándolos en partes como operaría el método científico de la mente discursiva. Al trascender esta dimensión de la mente, la verdad llega directamente al corazón, saltándose las barreras y filtros mentales que distorsionarían su verdad. Por esta razón, los maestros espirituales, sobre todo los de la tradición oriental, han usado siempre los cuentos como una herramienta básica de su magisterio a la hora de “iniciar” en el conocimiento interior a sus discípulos.

Además, la gran mayoría de las verdades metafísicas, éticas y filosóficas no pueden ser explicadas claramente usando el lenguaje convencional, que no alcanza  a expresar las sutilezas —a veces inefables— de la experiencia espiritual. Sin embargo, una simple parábola, una anécdota, un ejemplo, una alegoría, una leyenda son capaces de explicar, en su aparente simplicidad, los misterios más insondables y las verdades más elevadas. Por eso, todos los grandes maestros espirituales han hablado siempre “en parábolas”.

Por otra parte, una particularidad esencial de estas historias es que pueden ser comprendidas hasta por el más ignorante de los hombres, con lo cual la verdad se hace accesible a todos los públicos, algo imposible si se transmitiese por canales más elaborados, que sólo entenderían unos pocos.

Por último, es más fácil aceptar la verdad cuando ésta se expone en forma de historia cautivadora y entretenida, pues el placer que ocasiona su lectura o su audición derriba nuestras barreras, nuestras resistencias y nuestros condicionamientos.

Este nivel simbólico es, sin duda, el nivel más profundo al que se puede leer un cuento, aunque no siempre está presente. Gran parte de los cuentos tradicionales —incluyendo los “infantiles”— hunden sus raíces en mitos, leyendas y relatos donde afloran claramente símbolos y arquetipos que ilustran alegóricamente verdades espirituales, por lo cual pueden “traducirse” a un nivel “iniciático”, lo cual no equivale a afirmar que sus creadores los diseñaran con esta intención.

Recordemos, por ejemplo, el cuento de Pinocho, una historia infantil bien conocida en la que aparentemente es difícil ver un contenido simbólico. Pero traduzcámosla de esta manera: Gepetto es Dios Padre, que crea a Pinocho (el hombre) como un muñeco de madera (la cual simboliza el barro de nuestra materialidad). Él quiere un niño de verdad, de carne y hueso (es decir, Dios desea que el hombre alcance su autorrealización espiritual y se convierta en hombre-Dios, es decir un ser perfecto, lo cual se consigue cuando el ser humano desarrolla la chispa divina que guarda en su interior). Pero las tentaciones y solicitudes del mundo tiran de Pinocho, que sufre una caída en los abismos, un descenso a los “infiernos”, del cual se libera porque es capaz de redimirse con una buena acción, entregando incluso su vida para salvar a su padre Gepetto.

Este sacrificio es el que da a Pinocho (el ser humano sometido a la materialidad de la “madera”) los méritos necesarios para que, por fin, pase a ser un ser humano de verdad. Esto quiere decir que, tras la odisea por este mundo material, el hombre desarrolla su naturaleza divina a través del sacrificio y la entrega a Dios.

Como vemos, la historia cuenta la aventura de la conciencia humana, el gigantesco proceso cósmico mediante el cual el alma humana adquiere la “iluminación”, el “despertar”. Resulta emocionante comprobar cómo, en tan breves líneas, y de una manera tan sencilla, este relato se convierte en una verdadera alegoría sobre el devenir cósmico de la conciencia humana, sobre la historia de la evolución. Todas las religiones y filosofías englobadas en la “tradición perenne” están condensadas en este sencillo cuento.

Desde luego, no pretendemos decir que todos los relatos  haya que traducirlos de esta manera, ni mucho menos. Nuestro propósito al poner este ejemplo es el de llamar la atención sobre el profundo contenido simbólico que suelen tener una clase especial de cuentos, aquellos que pertenecen a las diversas tradiciones espirituales, que han creado estas historias para comunicarnos su sabiduría y sus experiencias, sus respuestas a las eternas preguntas del ser humano en su devenir sobre esta tierra: “¿Quién soy?”, “¿De dónde vengo?”, “¿Adónde voy?”, “¿Por qué estamos en este mundo, y para qué?”, etc.

La mayoría de los cuentos son de origen anónimo, y se transmitieron en sus comienzos de forma oral, para acabar siendo recogidos en colecciones que traspasan las fronteras y los credos, que perviven en el tiempo y en culturas distintas, que se enraízan en el patrimonio cultural de diversos pueblos y civilizaciones, hasta que acaban transformándose en cuentos tradicionales donde todavía es posible descifrar su código simbólico, si se tiene la capacidad de leer intuitivamente entre líneas y se está en actitud despierta para captar su mensaje trascendente.  

 

Recursos metodológicos

Partiendo de esta multiplicidad de niveles a la hora de leer un cuento, proponemos también unos recursos metodológicos para sacar el mejor partido de estas historias que presentamos. Por ejemplo, no es conveniente leer muchos cuentos a la vez, pues esto dificultaría su asimilación, y haría que se entrecruzasen sus mensajes. Lo mejor es leer unos pocos cada día, y dejarlos ahí, acordándonos de ellos hasta que los sepamos de memoria, hasta que su mensaje salte en nuestra conciencia y nos transmita por sí solo su chispa de sabiduría.

Aconsejamos, asimismo, que se lean varias veces estos cuentos, pues cada vez que lo hagamos percibiremos nuevos niveles de interpretación, captaremos nuevos matices y mensajes, pareciendo incluso que la historia cambia a la vez que cambian nuestros estados anímicos y nuestras circunstancias vitales, convirtiéndose así en verdaderos caleidoscopios de nuestro estado interior, mudando su significado como muda el cielo o el paisaje según las estaciones.

Una última propiedad de los cuentos es lo que podríamos denominar su “función terapéutica”, consistente en un curioso fenómeno comprobado por nuestra experiencia: llegará el día en que, cuando tengamos un problema, una situación difícil que requiera una decisión complicada, algún cuento surgirá en nuestra memoria desde las profundidades del inconsciente, saltará en nuestra conciencia como un resplandor, transmitiéndonos una solución a nuestro dilema, ilustrándolo, hasta el punto que nos parecerá ser protagonistas de ese relato que ha aparecido de forma casi milagrosa, que tendremos la sensación de que el cuento se ha hecho para nosotros, que su enseñanza encaja perfectamente con nuestra situación vital. Éste es el punto en que el cuento se comprende verdaderamente, porque entonces lo estamos viviendo en nuestra carne, y de esta experiencia sale el verdadero conocimiento. Así, alcanzado este nivel experimental, los cuentos se encarnarán en nuestra vida, hasta el punto de que siempre tendremos a mano un cuento para cada situación de nuestra vida, problemática o no.  

 

Clases de textos con valores

Los textos que tradicionalmente se han empleado para trabajar los valores en el aula pertenecen a tres categorías fundamentales:

 

1. Textos en forma de poemas: 

        Pertenecientes a tradiciones espirituales, y a autores más o menos “clásicos” del pasado y del presente que se han ocupado en sus obras del desarrollo del ser humano.

      También podemos incluir en este apartado las letras en forma de poemas que constituyen el texto de la mayoría de las canciones.

VUELVE A EMPEZAR

Aunque sientas el cansancio,

aunque el triunfo te abandone,

aunque un error te lastime,

aunque un negocio se quiebre,

aunque una traición te hiera,

aunque el dolor queme tus ojos,

aunque ignoren tus esfuerzos,

aunque la ingratitud sea la paga,

aunque la incomprensión corte tu risa,

aunque todo parezca nada...,

vuelve a empezar...

2. Cuentos breves y parábolas: 

        Son historias cortas, que presentan variadas situaciones argumentales, en las que se puede advertir un evidente sentido didáctico además de su función de entretener. En este sentido, muchos cuentos destacan por su claro sentido humorístico.

  Podemos utilizar una amplia gama de cuentos: historias infantiles, cuentos literarios, cuentos pertenecientes al folklore popular, capítulos de algunas novelas que tengan sentido completo, parábolas usadas en la enseñanza espiritual ¾especialmente abundantes en las tradiciones orientales, como el zen y la tradición sufí¾, etc.

También habría que incluir en esta categoría aquellas historias que se conocen bajo el nombre de “anécdotas”, que suelen ser situaciones de la vida cotidiana cuyo contenido, aunque no apunte intencionalmente a la educación de la conciencia, presenta características que pueden ser utilizadas para trabajar los valores. Aparte de por su realismo ¾es común que estas historias sucedan en la vida actual¾, las anécdotas tienen una importante dosis de humor, que las hace cercanas a los chistes, por lo cual son muy atractivas para nuestros alumnos.

El sentido del trabajo

 

Un día quise ver a mis tres amigos, que trabajaban en una obra de construcción, cerca de mi casa. Hacía mucho tiempo que no los veía, así que no sabía qué era de sus vidas. Casi a la entrada, en una postura de comodidad, me encuentro al primero.

«¡Hombre, qué alegría verte!», le dije, mientras le daba un fuerte abrazo. «¿Cómo te van las cosas?»

«Aquí ando, trabajando y sudando como un negro, ya me ves. Como un idiota, esperando largarme cuanto antes».

Doy tan sólo unos pasos y allí, en un andamio, a escasos metros del suelo, encuentro al otro viejo amigo.

«¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo te va?»

«Pues hombre, ya ves. Las vueltas que da la vida. Hay que hacer algo, ¿no? Hay que ganarse el pan y mirar por los hijos. Es ley de vida», me dijo.

Levanto la vista y allá arriba, en una postura de difícil equilibrio, veo a mi otro amigo. Sintió una enorme alegría al verme y, con una gran sonrisa y una voz potente, me preguntó cómo me iba, cuándo nos veríamos más detenidamente. Y para terminar, me dijo:«Aquí estoy haciendo un escuela bonita, bonita, bonita... ¡ya verás qué escuela!».

 

3. Sentencias: 

    Son frases breves donde se recogen pensamientos de personajes muy variados pertenecientes a todas las épocas, caracterizadas por su brevedad, y por expresar su mensaje de un modo muy directo. Los refranes y proverbios, más cercanos al mundo del alumno, también pueden emplearse en este apartado.

q       Nadie sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta. (PUBLIO SIRO) 

q       Aunque supiera que el mundo se iba a acabar mañana, yo igual plantaría hoy mi manzano. (MARTIN LUTHER KING) 

q       Intentar algo y fracasar es, por lo menos, aprender. Pero no hacer el intento es sufrir la inestimable pérdida de lo que pudo haber sido. (CHESTER BARNARD) 

q       Para el hombre corriente, el mundo es extraño porque, cuando no está cansado de vivir, está sufriendo por cosas que cree no merecer. Para un guerrero, el mundo es extraño porque es estupendo, pavoroso, misterioso, insondable. (CARLOS CASTANEDA) 

q       Luchar por obtener algo inalcanzable proporciona el ejerci­cio para lograr algo que se necesita, como cuando un hombre reúne todas sus fuerzas para saltar un arroyo como si fuera mucho más ancho de lo que es: siempre consigue llegar al otro lado. (CHAMID QALINDOZ)

 

q       Un barco zarpa hacia el este, y otro para el oeste, soplando el mismo viento para los dos: es la colocación de la vela, y no la tormenta, lo que determina el camino que ellos llevan.

 

q       Como los vientos del mar son los caminos del destino, que nos impelen durante toda la vida: es el acto del alma lo que determina la meta, y no la calma o la tempestad. (MAX HEINDEL)

 

q       Hay perlas en la profundidad del mar, pero si quieres tenerlas debes dejar la comodidad de la orilla y afrontar todos los peligros. Si después de zambullirte una sola vez en el agua no las encuentras, no llegues a la conclusión de que no hay perlas en el mar. Sumérgete una y otra vez, y ten la seguridad de que al final tendrás tu recompensa. (RAMAKRISHNA)

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